martes, 27 de septiembre de 2011

Adolfo Santistevan López / Ecuador


Adolfo Santistevan López (Guayaquil, Ecuador, 1986) Estudiante de Comunicación Social de la Universidad Estatal de Santiago de Guayaquil. Miembro del taller literario El Quirófano.  Obtuvo la Primera mención en el Concurso del III Festival de Poesía Joven Ileana Espinel Cedeño (Guayaquil, 2010).  Participó FIL de Lima 2011 “Palabras para abrir un mundo”. Sus textos han sido publicados en varias antologías nacionales y han sido traducidos al francés y al inglés.




Palabras a ojos cerrados


Ya dejé de escribir en servilletas y en papel de baño, también boté los aerosoles, los crayones y los lápices. Compré un computador sin monitor con un teclado sin teclas. Sigo cada indicación de los doctores cuando llaman por teléfono. Me prohibieron los celulares por el peligro de los mensajes de texto. Me llaman para no escribir las recetas. Dicen que en cualquier lectura puede haber una recaída. También me prohibieron usar lentes y tomar sopa de letras. Salgo de casa con los ojos vendados. Y cada hora tomo dos píldoras de enajenación.

Quise quitarme los párpados con un bisturí para no ver las palabras a ojos cerrados, pero me di cuenta que era más sencillo conservar los párpados con las cuencas vacías. A pesar de que todos estos tratamientos convencionales y caseros no parecen funcionar, no estoy preocupado. Mañana empiezo con un nuevo régimen. Una pastilla experimental de cianuro. Los doctores dicen que la rigidez, la falta de apetito y de respiración pueden ser algunos efectos secundarios. Pero todo sacrificio es válido.





Abuela


Mi abuela murió mientras acariciaba su desgastado cuerpo bajo las sábanas. Recuerdo cuando con insistencia pedía el calor de mi cuerpo. Las décadas no disminuían su placer ni a intensidad de sus orgasmos. Su vientre sólo se movía con libertad cuando sentía las nuevas caricias.

Con ella tuve varios nombres, pero nunca el de mi abuelo

En su ceguera me llenó de rostros y nombres que tomaban la culpa y me absolvían del placer que sentía en cada encuentro. Ya no respira, no se agita, no reclama mi presencia. Me detengo, me despido.

No guardaré secretos con los muertos.




Mamá cortaba cebollas

Mamá se escondía tras la densa nube de la cotidianidad
Repetía de memoria el mismo llanto
Pero el humo en sus ojos le ayudaba a disimular

Ella cortaba cebollas porque sí
                                  A veces se cortaba los dedos

Se confesaba todas las tardes
Los domingos en la iglesia no miraba a nadie
Y mantenía silencio solemne

Mamá cortaba cebollas
                                       A veces se cortaba los dedos

Un día se cortó la garganta después de misa
Supo que el obispo había muerto
                                       Por una enfermedad venérea

  


La niña muerta


I                                                                    

Ella es la niña muerta,

La del día triste

La que viste

Como vestía su madre

La que bebe

Como bebía su padre

La que se droga

Como el dueño del puñal

-¿Cuál puñal?

-El del día triste, que arrebató su inocencia



II

Te perdiste en las escamas de un niño dragón

Buscando en su seno la inocencia

Que te arrebató el día triste

Te encontré sin vida

Mirando la sombra

De aquel diente de león que quisiste cabalgar




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