Roger García Clavo (Amazonas, Camporredondo, 1979). Licenciado en Educación en Lengua y Literatura, por la Universidad Enrique Guzmán y Valle - La Cantuta. Ha publicado los poemarios Marea Celeste (2004), Camino de Serpiente (2006), Poemas encontrados (2010) y la plaqueta Piel de Madero (2006). Ha sido antologado en Mural de Palabras. Cuentos, por EDUCAP, 2009. Es docente del I.E.P. Liceo Santo Domingo de Comas. Es miembro del Gremio de Escritores del Perú. roger_elrio@hotmail.com
Te hice Luna
Amaba la tarde
cuando creaba la oscuridad
para arañar la luz de algunos miedos,
hasta hacerlos infinitamente míos.
Llorábamos como el cielo
en noches de luna,
bañados de Tres Marías
o con juegos de escondidas.
Cómo nos prohibían separarnos
de nuestras madres
o de aquellos cipreses
que nunca fueron cementerio.
Cuántas oscuridades en Chonta,
cuántas distracciones en las lomas
hasta soñar con un beso eterno.
Cuánto amaba que el sol se duerma
para hacerte luna.
Rosa
Rosa
Amor
No permitas ser solo rosa
o simplemente vientre,
que en la eternidad ahogas el enigma
de brazos ignotos cuando te lloran.
No permitas la dejadez de las hojas
cuando sólo eres útil en la alabanza
o en el abismo de la estupidez
de el me quiere - no me quiere.
Rosa se la luna vidente
entre jardines de mujeres
que tienen razones para llorar.
Sé también la espina
cuando de tu frente hagan sangre el sudor
y el pensamiento
o en tal caso el hijo desobedezca.
Rosa
Amor
no seas la entrega débil
de tu color al sol,
sé como la lluvia clara y tormentosa
cuando decides ser coraje en el hambre.
No abras simplemente el pétalo
para ser fruto o carne
sino para ser Madre o Mujer
Dios u Hombre.
Rosa / Amor
No permitas ser solo rosa
entre los picaflores
o en los jardines que te ahogan.
Se siempre la flor que perdure
En la Rosa o el Amor
En tu Nombre o en el Camino
Habla el tiempo
Cuando en el campo
el sol es severo
y la lluvia rompe los terrenos
las palabras enmudecen
entre las hojas
de nuestras lenguas
Lágrimas de puquio
De borde a borde
unos gusanitos por el pozo
se estiraban por el hambre
hasta un no sé infelizmente
por el fuego de la madera o de la carne.
Cuántas sombras blancas
cuántos espantosos sapos
duendes
hasta mamayayas
habrán envejecido
con el llanto del puquio
o con la mirada de nuestros abuelos
que ahora se alunan en un madero
en forma de cruz en el cementerio
Cuando llora el puquio
envejece el sol entre las plantas
que se chalean por la siembra
entre la sangre y el camino
entre el equívoco del tal vez sea yo
en todas sus complicaciones.
Pero al borde del pozo
conversando con las hormigas
y sanando a los gusanitos de sus heridas
hemos llorado como niños
o como duendes
hablando al corazón
y a la vida
como en ataúdes de la libertad y el sueño.
Esa no es la felicidad de las heridas
sino el puquio de nuestros ojos
que ahora llenan los pozos
de luta muerte otra vez a la vida.
El pan del arado
Dios
que a veces te embriagas con el color de los frutos
y que nos castigas
con el abandono de muestro padre,
culpas al arado por el pan
cuando en cada salida del pie, al camino,
el sol es echo sombra
y nos arde la soledad
desde el árbol a nuestras manos.
Te alegras del dolor de nuestras lenguas
que en cada borde de nuestros labios
un cerco apilanconado
se enciende por el hambre de cuántos hijos
que innecesariamente tuviste
Ya vez Señor
cuando el viento
intenta cortar la piel del madero
la angustia de las lagartijas
empieza a exagerar la vida.
Señor
ni Dios, ni mi Padre
murieron ayer,
no recuerdo en qué arado
han hecho el surco
ni en qué recuerdo de mis hermanos,
los nunca míos,
los siempre nuestros
han hecho la alegría.
Gracias señor
por sentir el hambre desde el arado
y sentir el pan que esta muy seco
que a tientas pasa por tu garganta
como los pasos del abuelo.
Me da mucho orgullo, sobre todo en el primer poema siento a Camporredondo,
ResponderEliminarFelicitaciones primo, Camporredondo presente en tus versos...
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