sábado, 20 de agosto de 2011

Juan Secaira / Ecuador


Juan Secaira (Quito, Ecuador, 1971). Licenciado en Comunicación y Literatura, Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Ha publicado el libro Obsesiones urbanas, ensayo crítico acerca de la narrativa de Humberto Salvador, editorial El tábano, en el 2007. El poemario Construcción del vacío, editorial Sarasvati, Nueva York, en el 2009. Mención especial del premio de poesía Ángel Miguel Pozanco 2008 (España). Un cuento suyo fue uno de los triunfadores del Primer Concurso de Cuento y Relato 2008, organizado por el Taller Cultural Retorno, y se publicó en el libro El premio
En el 2008 se adjudicó un accésit en el certamen de poesía de la revista española Katharsis. Forma parte del libro Trayecto cero, por ser uno de los ganadores del I Concurso Nacional de Poesía, El Retorno, 2009.
Obtuvo una mención en el certamen internacional Heptagrama de poesía, 2010.
Parte de su obra se encuentra en la antología de poetas de Ecuador y Argentina, Ruptura y desafíos de la nueva poesía argentina y ecuatoriana, Embajada de la República Argentina, Flacso-Ecuador, junio 2010. Uno de sus cuentos forma parte del libro Los engendros de la luna, septiembre 2010. Sus textos constan en publicaciones nacionales y extranjeras.


El dolor es un ancla

I

Marginales de versos alcoholizados
empuñando las cadenas que tanto aprietan.
En la cumbre una lágrima se desbarranca
afiebrada llega al hipotálamo.
Lo contrae como el gusano de nuestra infancia.


II
El dolor es un ancla
no la metáfora
de la maldición.


III
Dientes como colmillos púrpuras
impregnados en las sienes
a cada paso dado.
Una mordida más
sin resuello
fluir de agua roja que se riega
en un combate con bajas
invisibles.

Ruinas de alimento

Entre las obras puras, nada que hacer. Tampoco entre las Ánimas o las Ruinas. César Dávila Andrade.

Me quemaré
con el filo de la noche
impropia.

Allí
el reposo ni siquiera se acercará
despojado de los cilicios de Dios.

El alimento lastima la garganta
suplicio adherido
a alcoholes enflautados.

Mis manos crecen en el aire
hacen figuritas comestibles.
Dibujan entre la lluvia
universos enteros
con uñas falsas.

Y corta
lacera
muerde
la noche.

La piel y la manta

La piel como una manta apretada
cobija los huesos, los latidos
y, con esfuerzo, alberga un origen, un embrión.

Somos una broma pesada
espuma de una cerveza antigua;
números viejos, repetidos, inertes.

La piel se mueve
busca, rompe, desgarra.
El resto es una bolsa llena de aire, de vacío.
Sin salida
buscamos alrededor, saciamos
el hambre, la gana en otras pieles
anónimas, antónimas, vulgares,
luego
continuamos la búsqueda
de nosotros mismos
en un círculo rijoso
con la única compañía
de la manta que nos cobija, nos aprieta y nos castiga.


Salar la fe


No busques un mar transparente
ni aguas placenteras
vuélvete en mí
riégate dichosa
reconócete mientras el oleaje
sala mi fe.


Manos

Amoratadas parpadean su desencanto,
picotean/se
los nudillos,
intentan sentir.

Amoratadas reparten el faltante
rugosas toman el pan
se vierten y revierten
atadas al
azar.

Es feo verse cuando lo
visto no supera el deseo.

La única pretensión es el estar.
Acontecimientos como aves negras pululan,
el problema es la articulación y
en ese movimiento
la pesadilla
reposa.




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