domingo, 21 de agosto de 2011

Jorge Dávila Vázquez / Ecuador



Jorge Dávila Vázquez (Cuenca, 1947). Doctor en Filología por la Universidad de Cuenca, donde fue docente. Escritor y crítico de arte.
Obras: María Joaquina en la vida y en la muerte (novela) y Este mundo es el camino (cuentos), Premio "Aurelio Espinosa Pólit" 1976 y 1980; Los tiempos del olvido (cuentos), premio CCE, 1977; Con gusto a muerte y Espejo Roto (premio CCE, 1990) (teatro). Reedición: Teatro, Col. Imaginario, Casa de la Cultura Núcleo del Azuay, Cuenca, 2010; De rumores y sombras (novelas cortas), 1991; Cuentos breves y fantásticos y Acerca de los ángeles,1995; César Dávila Andrade, combate poético y suicidio (ensayo), 1998; La vida secreta (novela breve) y Memoria de la poesía (lírica), 1999; Piripipao (novela breve) 2000; Historias para volar, Entrañables, Libro de los sueños (Premio Joaquín Gallegos Lara, 2001) y Arte de la brevedad, (cuentos), 2001;  Río de la memoria (poesía), 2004 y 2005;  La luz en el abismo (antología de cuentos, Campaña de Lectura), 2004. Minimalia, cien historias cortas, 2005, y La noche maravillosa, antología personal, Antares, 2006.
Árbol aéreo (lírica); Temblor de la palabra (antología de lírica), 2009. Diccionario Inocente (poesía infantil), 2009.Sinfonía de la ciudad amada, libro-poema, 2010.
La oveja distinta y otros cuentos,  Premio “Cesar Dávila Andrade”, Ministerio de Cultura, Quito, 2010.
Danza de fantasmas (narraciones), Grupo Editorial Norma, Quito, 2011.
Consta en antologías nacionales y extranjeras, con textos traducidos al francés, inglés, alemán, portugués, italiano y hebreo.
Colabora en El Mercurio de Cuenca, Diario Hoy de Quito y Mundo Diners.



Devenir


Persigo

tu perfume

en la noche.

Soy

un animal en celo.



Poética

Solitaria espera

¿de qué?

Quizá

de una luz.

De un amor,

¡quién sabe!

De una palabra

-la palabra-,

siempre.

 

Resurrección de Sheerezada

Dondequiera

que un sultán triste

un niño insomne

un viejo melancólico

escuchan una historia

en la penumbra,

la princesa retorna.

 

Mientras alguien

susurre fantasías

para burlar la muerte,

volverá Sheerezada.

 

Si hay un pájaro que habla

como sabio

una fuente encantada

cuyas aguas son de oro

y un árbol que canta

cual un coro de ángeles,

puedes estar seguro:

ella está con nosotros.

 

El tiempo perdido

No, señor Proust

el tiempo no se recupera

jamás.

 

Los seres que amamos

y perdimos

en el pozo sin fondo

de la muerte

no vuelven más

que como sombra.

Y pasan.

 

Su obra

-interminable milagro

de la memoria-

solo es una catedral

inconclusa

de palabras

como la iglesia

de Balbec,

como la sonata

de Vinteuil

los libros de Bergotte

las pinturas de Elstir,

hijos todos del verbo

que se encarnó

en su prosa.

No, señor Proust

nunca se recupera

el tiempo,

ni se logra

rescatar del olvido

lo perdido

a lo largo del camino.

 

Y, sin embargo,

subsiste el espejismo

de su verbo,

que aunque no tenga un cuerpo,

capaz de amar, sentir, morir,

posee un alma eterna,

dada por su escritura.

 

Es la única que queda,

y desafía el paso

implacable de los años

y aun quizá de los siglos.

 

Ceniza

Pasado el fuego

del amor

no somos más

que esa ceniza

que dispersa

el viento.

1 comentario:

  1. La memoria, ese tiempo no perdido, nos queda como instante en nuestras vidas; quizás fue lo que convirtió en milagro la maravillosa obra de Marcel Proust; sì, el tiempo, lo llevamos por dentro y nos hace vivir o morir tal cual el recuerdo, que nos permite una existencia más duradera en el breve tránsito de los días. Buen poema para la reflexión. Teresa Coraspe

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