miércoles, 16 de noviembre de 2011

Elena Soto / España


Elena Soto nació en Ponferrada, León, España  y vive actualmente en Palma de Mallorca. Trabaja en prensa escrita, escribiendo sobre ciencia, tecnología y  medio ambiente.
En el año 2003 ganó el XX Premio Carmen Conde de poesía con el libro "Métricas del alma", publicado en la editorial Torremozas. Ha editado otros dos libros de poemas: "La medida del trance". Editorial Ponte Aérea y "Solicitudes para una declaración de apatría". Editorial Margen.
Desde el año 2008 lleva un blog literario dedicado sobre todo a la poesía http://elestablodepegaso.blogspot.com/





Eufemismo

Es tan terrible decir que te he olvidado
que digo que tengo algodón en la memoria,
para que creas al menos que tu recuerdo me es grato.
Pero nada hay que me lleve a evocarte,
ni el dolor, ni la dicha,
nada.
Rectifico,
me mueve el afán por encontrar un pretexto,
el afán por escribir sobre la palabra eufemismo.
Terrible paradoja
tener que recordarte
para decir amable
que sólo eres algodón en mi memoria.




Para que mis pasos y tus pasos...

He recogido el polvo de tus pasos,
y lo he puesto en un cesto de mimbre sobre el agua,
lo he esparcido en el viento,
lo he arrojado en la hoguera,
para que mis pasos y tus pasos se encuentren tras la lluvia,
y llames a mi puerta,
y busques el fuego de mi casa
cuando azote tu rostro el crudo viento del norte.




Métrica de la estación oscura

Mientras el lagarto hiberna en las crines del caballo
tú enciendes el fuego de la casa.
Ha llegado la estación oscura de los hielos
y la tierra ya no se puede arar.
Se acorta el día
y las uñas crecen lentas,
se endurecen las ramas del cerezo,
si cavas
verás que llegar al corazón es difícil.

Mientras hiberna la serpiente en la ubre de la vaca
tú recoges bayas encarnadas.
Ha llegado la estación dulce de las madrigueras
y los caminos están desiertos.
El pelo se oscurece y la noche se alarga,
la fuente del jardín se cubre de cristales,
si golpeas
verás que llegar al corazón es difícil.

De la calle del Arcángel con la música en el corazón
Te esperaré hasta el día de la resurrección
sólo por verte aparecer con ese vestido rojo entre la hierba.
Suena la trompeta, vibra la seda
y el ventilador girando como la rueda de la fortuna.
Es un ritmo demasiado alegre para el Juicio Final.

Regresas abatida
cuando los grillos cantan las completas
pareces un alma recién llegada del purgatorio
-aunque digas que vienes de la calle del Arcángel
y que te golpeas el pecho
porque me traes música en el corazón-

Si fueras una gota de sangre entre la lana
una amapola florecida por confusión en los almendros
no me sorprenderías tanto.
Pero es otoño
y el rojo tiñe hasta las plumas de las aves,
si sabes mirarlo,
y entre la hierba
las zorras te han copiado el vestido.
Como tú, vienen de la calle del Arcángel
golpeándose el pecho
con la música en el corazón.




A la isla de Ross en la distancia

I

A más de mil millas del Egeo
está el mar de Ross, la cordillera de Edsel,
Cabo Coleck.

Dardanelos y Mac Murdo
y las islas de Naxos y la isla de Coulman
a millones de nudos de distancia.

Laberintos de luz, filamentos de hielo,
tan lejos del mar Jónico,
de Samos de Leucade
en las grutas perdidas de isla Sturge.

Estrechos, cabos, islas, bahías y volcanes
me recuerdan tu cuerpo y la distancia,
que es amor para mí como la Antártida
tan fríamente bella.
  
II 

Y la isla de Ross, espejismo de hielo
entre las aguas,
y las aguas del mar de Ross, espejismos de tierra
en el océano,
y el glaciar de Beardmore, espejismo de lava
austral en las planicies,
y el volcán Erebus y el cabo Evans,
y la isla de Coulman y Mac Murdo.

Y tus piernas en las calas de Ross
y tus labios en la isla de Ross con fuerte viento,
y los surcos trazados en tus manos
en el glaciar de Beardmore
y en el Erebo.

Y la distancia tan cruel que nos separa
en valles silenciosos tras cristales de nieve
cegadores.
Y nos quiebran la voz marmóreos arrecifes,
hirientes angosturas y parajes
de nieves arenosas.

Y la bruma que me oculta
el indicio atrapado entre las rocas,
el rastro casi glaciar de tus cabellos,
la serena huella de tus pasos
que me habla aquí de tu presencia en la isla de Ross,
en las costas del Sur, en cabo Evans.

Un indicio de ti que me haga creer
después de tanto silencio en sortilegios.

Es tan triste cobijarse en la noche polar en las cavernas
tan blancas y profundas
y pensar en el día aquél en que fuimos sin fin
en otros mares
en algas que no llegaron jamás a estas banquisas.

¿Qué quedó amor del oráculo de Delfos
en estas aristas, simas, precipicios sin fin,
en el silencio inquietante de estas calas?

¿A qué Dios ofrendar el petrel de las ventiscas?
¿A qué divinidad sacrificar
las entrañas sagradas del albatros?

A quién aullar si los gemidos se deslizan
remotos en glaciares,
a muchas millas de distancia de la costa,
muriendo finalmente con las focas,
con los lobos de mar, con los rorcuales.

Sin embargo tus piernas continúan en las calas
de Ross, en cabo Evans,
en el cráter activo del Erebo.

¡Qué Ítaca tan inhóspita el Erebo,
que me priva de Circe y de tus brazos,
de las islas del Sol y los hechizos!

Pero aquí, amor, desde Mac Murdo
en bahías brumosas, resguardadas,
en ciudades de hálito de hielo,
tu cuerpo y la mar tan hostil
y la isla de Coulman me acompañan. 

III

El nuestro es tan sólo un amor de encrucijadas
consumido, amada, en lugares donde los caminos
se bifurcan
donde las sendas se destrozan y desgarran.

Y ha de ser así, mujer enclave
que encalles en mi cuerpo,
mientras la oscuridad a golpes se desliza.

Y ha de ser así como te acerques
sigilosa a mis calas
como una nave cargada de amaranto
que ansiosa llegara desde Anafi
oscura como el vino, incierta en sus vaivenes
como el nácar.



2 comentarios:

  1. Sigo el blog de esta autora y me encanta su poesía. Muy interesante también éste y sus propuestas.

    ResponderEliminar
  2. Un encuentro muy agradable, Elena. Es un blog a tener en cuenta.

    ResponderEliminar