miércoles, 9 de noviembre de 2011

Karina Rojas / Perú


KARINA ROJAS, nació el 20 de agosto de 1979 en Cajamarca, Perú. Aficionada a los libros y al arte en general desde temprana edad empezó a escribir lo que más tarde sería “Encuentros”, recopilación de poemas en prosa y verso que tienen por temática la tarea de descubrirse a uno mismo durante su pubertad.
Durante su adolescencia, creó dos recopilaciones más que tituló “Buscando ángeles  y “Equinoccios” para dar paso, más tarde a lo que sería “El otro lado de la luna” y “Ave peregrina”, en las cuales se habla de sentimientos más íntimos y humanos, que decidió plasmar ante el olvido seguro de aquellas lecciones que jamás hubiese querido aprender.
Ingeniero de profesión, buscó la manera de unir su aprendizaje académico con el arte, tanto en literatura como en pintura. Actualmente reside en la ciudad de Trujillo.





Mañana
(De: “El otro lado de la luna”)


¡Hasta mañana!
posible tal vez, no ha de ser...
pero hasta mañana,
¡las estrellas coronarán el sueño con lágrimas
que tantas veces hemos guardado!.

Hoy,
oren por mí,
por la mujer de ahora,
pero recen también y aún más,
por la mujer de mañana
                ¡que de repente, no ha de ser!

Porque mi alma,
en su pensamiento retrospectivo,
introspectivamente envidia un adiós
y piensa entonces en uno más emotivo,
más hondo…
con ansias de cumplir la pronta retirada de la vida
cuando al final de la despedida
se siga el camino del viento inevitablemente.

Mañana...
la palabra aumenta en el pensamiento, la agonía
y torna en dolor toda esperanza guardada,
reza entonces, el silencio por doquier
y dificulta la llegada de los seres que no llegan
para llenar de sonidos mi horizonte.

¿Morir?...
                ¡no me asusta!,
¡he visto el cielo tantas veces!.

Por ello, déjenme hoy que hay vida,
para que llegue a sus labios ese dulce beso
que temen de los muertos vivos,
un beso tan sólo del último adiós
con el que volaremos por el viento,
con ése signo que quedará grabado
para siempre en la conciencia.

Por ello, déjenme un instante,
para que llegue hoy a su alma
como cuando llegaba antaño,
con éste último adiós
con el que la vida se marcha.
Hoy con ustedes
y de ésta manera,
deliro el amanecer de despedida;
porque hoy,
puede ser el día elegido;
porque hoy,
¡hoy es “siempre” en mi cerebro!
y mañana será “casi siempre”
en mi alma ya abierta.

¿Qué harán cuando me vaya?.
La vida no es eterna,
las alegrías no son más que aves pasajeras,
los suspiros se pierden en vano entre tanta pena.
Porque si me dicen que el fruto madurará pronto
y al fin todos cosecharemos un día, dulzura...
sólo harán más tranquila la partida.

Y porque hoy, tal vez es el adiós,
celestes venturas,
del adiós para siempre.
Así que no olviden mi nombre
ni todos los nombres que conocimos,
mucho menos olviden el amor
y al tiempo que escuchen mi huida rotunda,
visítenme llevando una flor en el alma,
aquella flor, que juntos plantamos
                                               tantas veces.

Cuando vuelvan a recordarme
les será difícil evitar llorar,
porque el cuerpo se va
                mas el amor se queda...
                               ¡y se queda tanto!.

Entonces, pasará el tiempo
y recogerán sus adioses danzarines,
esta vez suavemente reconstruidos
y más moleculares que nunca,
                               ¡como nunca!.
Volverán como todos,
volteando aquellos ojos transparentes,
para que todos mis pensamientos se presenten
por última vez en mi partida.

Porque llegará el día
en que la luz disipe todas las sombras
en las que vivimos
y volvamos siempre,
a aquellos lugares donde
amamos alguna vez esta vida.





Éste es mi cuerpo
(De: “Encuentros: Ilusiones”)


Éste es mi cuerpo,
aquel jarrón que con frías manos levantaste,
aquel suelo que delicadamente pisaste para después,
tropezar y caer fuertemente en una noche de invierno.

Éste es mi cuerpo,
tristemente levantado apoya una mano en tu sombra,
en tu sonrisa,
en tu manera de olvidar las cosas,
en tu manera de romper los sueños:
tan     D   u   l   C   e   M   e   n   T   e.

Éstas son mis lágrimas,
como el mar saladas y abundantes,
derramadas agrias y sin sentido ahora.

Enrojecidos y tristes mis ojos,
alegremente te miran ...
Te miran y te ven alejarte,
sin más que una sonrisa,
sin ningún pensamiento ni palabra,
sin un recuerdo de mi voz.

Y tocan un espacio sin espacio mis manos.
¡Un cuerpo sin sombra y unos ojos sin alma,
diez dedos inútiles de soledad!

Éste es mi cuerpo ... Tu cuerpo,
¡Una vez más en este mundo de pieles!





Unicornio
(De: “Equinoccios”)


Mi unicornio, hay un espacio que está sin ti!... un espacio mío pintado por tu sombra que se desprende, de una puerta sumergida en tus recuerdos. Un espacio mío donde las paredes se decoloran en cada mañana cuando tu imagen se levanta somnolienta de mi sueño. Un espacio donde tu nostalgia crece como hiedra porque toda realidad y toda fantasía se te parecen.

Unicornio aún florece este espacio sin ti, sin tu cansancio, sin tu tristeza; aún florece este espacio sin magia y sin colores; alumbrado por el botón de una flor que llora porque estás ausente. Mi espacio tuyo, está sin ti; y yo, abono rincones para encontrarte; y yo, guardo gotas de lluvia para que ya no arda la tierra porque tú no sueñas más aquí.

Yo te escribo ahora, y no sé de qué modo te sostengo en mi mente con manos inmóviles, porque mi alma cae en el vacío como si ya no fuese mía, porque mi alma (en suma, triste) cuenta los minutos que faltan para regresar. ¡Y no sé ya de qué modo, me mantengo en este encierro de pavimento!, si sueño con pintar imágenes olvidadas de cuentos infantiles que me cobijen cuando yo esté sufriendo.

Aquí veo bandadas de aves-niños en bicicletas que van desordenando el suelo y revolviendo el viento con sus alas y risas; mientras tú, me desgarras el alma para escapar de mi carne y pensamiento… entonces me quito las alas y las piernas y las dejo.

Por eso, mis sueños desean salvarte de tantos peligros, mis sueños se arrojan sobre tus ojos que se me pierden en el tiempo y lloran por tu voz y con tu voz de lágrima y cristalería.

Unicornio: Te veo y el sonido de tus pasos me echa a volar, pero aquí sigues, trenzándome el alma a tu vida mientras yo, acaricio tu ausencia y tu recuerdo. Aquí sigues, taladrando mi cabeza mientras yo, observo la ciudad entera y levanto el alma como para escapar una vez más…





Raíz
(De: “Ave Peregrina”)


La soledad que hoy viene a visitarme,
me dibuja en la frente tus ojos indefinibles, Celeste
y me hace pensar en esa noche de marzo
que no debiste poner tu mano
sobre mi seno de escarcha.

Celeste,
                los zapatos que calza mi tristeza
se han envejecido contra
la distancia y el tiempo desde que me miraste
tengo pues el derecho de caminar descalza y peligrosa
para proteger mis rodillas de los peldaños
que me maltratan como antaño
               como siempre.

Has nacido hoy, desde el fondo de mi boca
en la palabra que expresé tan delirantemente,
en el pensamiento fatídico de perderte antes de haber nacido

La soledad que hoy viene a visitarme,
me dibuja desde mi rincón oscuro tus palabras de caramelo,
tu pupila indescifrable,
tu cuerpo humedecido por tantos besos que nos dimos
el día que nos encontramos.

Sé cómo se nace, como nacerás:
Entrelazándote a mis raíces más profundas y débiles.
Sé cómo vivirás en mi corazón, Celeste:
Secreteándole historias sin versos.
contando historias de amor que no es el nuestro.

Has nacido hoy entre mis papeles para siempre,
                               no hay tiempo para perdonarse,
                               no hay tiempo para despedidas,
                               no has más tiempo para dejar de amarte…
                                               ¡jamás comprenderás sin mis zapatos de ayer!





Vampiros
(De: “Buscando ángeles”)

Tu figura tras la ventana me fue extrañamente tranquilizadora. Sentada en el suelo te estuve esperando toda la noche. Junto a mí, una botella de algún licor extraño y un par de cigarrillos fueron creando la atmósfera perfecta para que llegaras.

Como buen vampiro, acechaste, mentiste, mordiste y huiste. Tu facultad de captar mi alma te libró de todo obstáculo, aprovechaste el eco que producían mis latidos para determinar la posición correcta sin acortar las distancias. ¡Todo por tu sed incontrolable!, por aquella naturaleza de poseer sin ser poseído!

Como buena vampiro, pase la noche en vigilia y exprimí hasta la última gota de esperanza, como si la vida se me fuera en ello. Intenté familiarizarme con tu eco mientras lamías la sangre que desprendía mi herida. Se mezclaron dos fuerzas, tu necesidad diaria y mi alegría de saberme herida. Me dejaste indefensa, sin charco de llanto que pudiera dar alguna señal de alarma, con la necesidad adictiva de pensar que volverías. El trance me va durando ocho meses, como si tus dientes se me hubieran quedado dentro.

Aún resuena en mis oídos tu voz fingida mientras voy intentando separar de mi organismo, los elementos extraños que de alguna manera rara me sostienen en mi hipnotismo. Y no sé porqué olvidaste todas mis palabras y volviste a marchar antes que despierte el día.

¿Porqué llamarte?, si sé que te estremece pensar que no me he recuperado.

Yo domino el impulso de seguirte y permanezco encerrada, como vampiro viejo para que no me lastime la luz del día. Como vampiro viejo que renunció a su misterio para llegar a realizar algunos de sus sueños, como quien toma la vida para vengar el ritual que tomó la suya. Como vampiro viejo, volando también para alcanzarte mientras duermes y devolverte tus ojos de piedra o para apoderarme de lo que perdí en ese repentino beso de vampiros.

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